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Nuestra Señora de Montserrat
Melchor de la Peña, 1627
Escultura en madera policromada
Colegiata de San Antolín |
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En 1624, Cristóbal Beltrán de Paz y Francisca Pérez patrocinan la construcción de una capilla en el muro de la epístola de la colegiata de San Antolín y deciden dedicarla a Nuestra Señora de Montserrat según puede leerse en la lápida que en ella se encuentra. Del retablo que presidió dicho espacio, actualmente desaparecido, nos ha llegado su escultura titular, obra encargada en marzo de 1627 a Melchor de la Peña, escultor de Medina del Campo, quien por sesenta ducados se "obliga a hazer y dar acabada en toda perfecion una ymagen de nuestra señora de monserrate con un niño en los brazos aserrando con una sierra sobre los peñascos, de altura cuatro pies y quarto de bara, todo de escultura acabada... para el dia de santiago de julio".
En efecto, esta particular versión iconográfica de la Virgen con el Niño presenta a éste con una sierra en la mano -que no nos ha llegado completa-, en clara alusión a ingenua leyenda que narra la intervención de los ángeles en la montaña sagrada catalana, donde se dedicaron a aserrar sus cimas, dando origen, tanto a la peculiar configuración orográfica del entorno (con peñascos que forman dientes de sierra), como a la propia denominación de "montserrat" o "monte aserrado".
De Melchor de la Peña se conocen obras documentadas como el San Francisco de Borja que preside el relicario de la antigua iglesia del colegio de jesuitas (hoy parroquia de Santiago) o el grupo de la Sagrada Familia que se conserva en el templo de San Miguel.
La escultura, de correcta ejecución, se caracteriza por su monumentalidad, elegancia y fría expresión, muy en consonancia con los postulados del manierismo romanista que llegan a España procedentes de Italia a partir del último tercio del siglo XVI.